El Economista/RIPE
26 Mayo 2014

Pedro trabajaba y tenía un sueldo de 10,000 pesos, jugó a la lotería y ganó tres millones, una cifra que no hubiese reunido en toda su vida laboral. Se sentía feliz y empezó a planificar su futuro de new rich: iba a dejar su trabajar, viajar por el mundo, ayudar a sus hijos y familiares e invertir para vivir de rentas.

Cuando fue a cobrar el premio, debió pagar el 33% de impuestos. Le quedaron dos millones netos… y Pedro ya no se sentía tan millonario. Como no tenía mucha idea, invirtió en lo que consideraba más seguro: propiedades. Conclusión: sus dos millones representaban 200,000 dólares. Además de no sentirse ni cerca un millonario, pudo comprar tres departamentos que puso en alquiler y le generaron una renta mensual total de 6,000. Paradoja: ganaba más con su salario que con las inversiones que realizó tras ganar la lotería. Y fue así como Pedro pasó de convertirse en millonario a sentirse más pobre que antes. ¿Cuál fue el problema? Falsas expectativas y poco conocimiento a la hora de hacer rendir el dinero.

En estos tiempos complejos, con inflación y devaluación, pareciera igualmente difícil encontrar la inversión que nos permita dormir tranquilos, porque sentimos el peso de asumir una mayor responsabilidad frente a nuestros ahorros. Para no perder el sueño, debemos tener muy en claro nuestro objetivo real. Desde luego, queremos ganar dinero. Pero, la clave es hallar el equilibrio entre lo que deseamos y lo que estamos dispuestos a hacer para lograrlo.

¿La solución? Diversificación. Es una estrategia que consiste en distribuir el dinero en diferentes inversiones para evitar quedar expuestos exclusivamente a los riesgos de una en particular. Una cartera balanceada incluye instrumentos que responden a diferentes nichos o sectores: así, si uno cae, minimizamos los riesgos porque hay otros que se sostienen. Según el momento, nos inclinaremos por determinadas inversiones, cambiando los porcentajes o eventualmente vendiendo para entrar en otra opción con mayores oportunidades. Recuerden: el objetivo de invertir debe ser crecer y mejorar patrimonialmente, y no enriquecerse en forma rápida, mágica e inmediata.

TÁCTICA Y ESTRATEGIA

Invertir en acciones: Permite a cualquier inversor asociarse a grandes empresas y participar de sus resultados. De esta manera, es posible ingresar a un negocio al que sería imposible acceder por los propios medios. Así, con muy poco capital se puede ser socio de un banco, una petrolera y cualquier sector industrial o de servicios del mundo. El precio de cada acción representa la valoración que hace el mercado de las expectativas futuras de la compañía. Para invertir en el mediano plazo (no menos de dos años), el sector financiero de bancos es uno de lo más atrasados y de mis preferidos dentro de la Bolsa local. El sistema bancario está sólido y con buenos indicadores de solvencia y liquidez. Es más: nuestros bancos están a precio de regalo si los comparamos con otros del mundo. Entonces, parte de mi cartera estaría compuesta por Macro, Galicia, Francés, Patagonia y Santander. La gran oportunidad se presenta con el cambio de ciclo político-económico. El riesgo en el corto plazo es que el Gobierno intervenga en forma directa en el negocio financiero, obligando a los bancos a que sigan prestando dinero subsidiado o modifiquen su liquidez.

En estos tiempos complejos, con inflación y devaluación, pareciera igualmente difícil encontrar la inversión que nos permita dormir tranquilos.

Invertir en títulos públicos: Es una de las inversiones más nobles que existen, pero aquellos que no conozcan cómo invertir en bonos, siempre estarán en desventaja. Los títulos públicos son el mecanismo más utilizado por municipios, provincias y el Estado nacional para recibir fondos de terceros a cambio de pagar un determinado interés. En términos muy simples: le prestamos dinero al Estado y, a cambio, nos paga un interés. Cada vez que un gobierno emite deuda –ofrece un título público al mercado–, viene acompañado de las condiciones de emisión, por ejemplo, cuándo nos devolverán el capital inicial invertido: en algunos casos nos pagarán al vencimiento del bono (en el medio nos estarán pagando sólo intereses); en otros, en cambio, nos pueden ir devolviendo capital conjuntamente con los intereses. El título público que más me gusta es el Boden 2015, porque paga un interés muy atractivo. Es lo que se denomina un bono corto (vence en 2015) y nos permite dolarizar los pesos (invierto pesos, recibo dólares). Quienes inviertan en este bono estarán comprando dólares a un valor muy inferior que la cotización blue (menos de nueve pesos). ¿De dónde sale este valor? Para determinar el tipo de cambio implícito del bono debo dividir su precio por el valor que me queda por cobrar (110.5 dólares).

Aquellos que compran dólares en el mercado paralelo para atesorarlo sin apuro y tienen el dinero en blanco, deberían mirar las atractivas bondades que ofrecen los Boden 2015 o Bonar 2017.

Invertir no es un juego de lotería y no debería ser un juego de azar. No podemos jugar con nuestro dinero: debemos invertir cuando estemos seguros de que lo que estamos haciendo tiene alguna posibilidad de éxito. Cuando no estemos seguros, será mejor no avanzar ni un casillero.

*El autor es Mariano Otálora, Director de la Escuela Argentina de Finanzas Personales. Autor de Amor… sos la inversión de mi vida, ¿Qué hacemos con los pesos?, Del colchón a la inversión, Inversiones para todos. www.salirdelcolchon.com.ar